Esta vez sí, se debe hacer la tarea.
Por Humberto Portocarrero.
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Desde hace
un tiempo atrás escuchamos palabras y frases que describen escenarios dantescos
que más allá del discurso y quizás el imaginario, podemos evidenciar en
acciones tan del día a día como las de seguir las noticias. Desde hace más de
una año, este escenario nos sorprendió sin previo aviso y desde ese momento
hemos experimentado tiempos extraños que generaron puntos de inflexión que
afectaron lo cotidiano, inicialmente pensábamos que esta alteración a nuestro
día a día iba a ser temporalmente corta, pero al pasar de los días nos dimos
cuenta que los tiempos de la pandemia ralentizaron muchos de los aspectos de
nuestro diario vivir y en algunos momentos sentimos que simplemente los detuvo,
pero en simultáneo y en otros aspectos, especialmente los referidos a los
tecnológicos a un nivel personal, social y profesional fue demandando un elevado
despliegue, demanda para la cual muchos aún no nos sentíamos listos. La
digitalización de lo cotidiano comenzó a ser una demanda que no todas las
empresas, rubros y servicios pudieron cumplir, la escuela no estuvo para nada
lejos de esta demanda.
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Esta pandemia no propuso a los diferentes sistemas educativos opciones dadas entre discontinuar la escuela presencial de manera repentina o no, simplemente lo hizo, ese escenario dado encontró, en la mayoría de los casos, un sistema educativo y una escuela anacrónicos con modelos de educación totalmente fuera de época, que poco o nada respondían a las necesidades de la sociedad y mucho menos a las que comenzaban a emerger por la pandemia. Muchos sistemas educativos y escuelas develaron una arraigada visión en lo tradicional acompañado de un modelo industrial frente a la visión de futuro, escuelas donde aún la repetición y memorización del contenido estaban acompañadas por clases centradas en el docente, donde aún los procesos educativos solo se podían concebir desde la enseñanza.
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Desde inicios de la década de los 80 – 90 muchas
organizaciones académicas, empresariales y hasta gubernamentales llevaron
estudios para identificar las habilidades y competencias que deberían tener los
ciudadanos para el siglo XXI, muchos de estos estudios coincidieron en que el
siglo XXI demandaba habilidades blandas, así como un desarrollo en lo
socioemocional, Se reconoció que si bien el desarrollo de habilidades
socioemocionales es clave fundamental para el desarrollo integral también
entregan otras ventajas en entornos innovadores y competitivos, es así que la
- Creatividad
- Innovación
- Pensamiento
Crítico
- Resolución
de Problemas
- Comunicación
- Colaboración
- Razonamiento
cuantitativo
- Pensamiento lógico
- Autorregulación
- Determinación
- Perseverancia
· Se constituyeron en las llamadas habilidades del siglo XXI.
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Muchos años antes de la pandemia se habló y debatió en las escuelas y ámbitos educativos sobre estas habilidades y los retos que estas dejaban, retos que en la minoría de las escuelas y/o ámbitos educativos comenzaron a ser lineamientos de transformación reflejados en la práctica y propuesta educativa, pero en la mayoría simplemente se constituyeron en slogans, documentos que decoraban sus proyectos educativos, y/o pendientes a trabajar en algún momento.
Algunos retos educativos estaban referenciados
a:
- El ciudadano para el siglo XXI, mismo
que debería ser creativo, emprendedor, crítico, competente con el mundo digital,
con habilidades sociales y que sea capaz de adaptarse a ambientes laborales
diversos.
- Políticas públicas educativas regionales
para el desarrollo sostenible, donde la inclusión social sea un eje primordial.
- La necesidad de trabajar sobre
liderazgos institucionales basado sobre la construcción de un sentido de
comunidad vinculada al uso de las Tecnologías de Información y Comunicación
(TIC) impulsada y articulada desde los currículos de cada colegio, región y
nación.
- La necesidad de impulsar y potenciar
la inteligencia colectiva que permita al ser humano vivir y convivir en
sociedades cada vez más complejas donde se encuentran cada vez más
posibilidades dadas por una sociedad digital.
- Introducir en los procesos
educativos las TIC y sus aplicaciones entre los contenidos, la pedagogía y la tecnología
misma sin perder de vista que la tecnología no reinventa la pedagogía, sino que
sólo amplía sus posibilidades.
- Planteamiento metodológico distinto
el momento de aprender usando la TIC.
- Romper el mito de que todos los
jóvenes son nativos digitales y por ende dominan las TIC para usos de provecho.
- Fomentar la creatividad de los
estudiantes, enterrando así un sistema educativo basado sobre la memorización,
repetición y control.
- Privilegiar la educación emocional porque
su principal finalidad esta en que cada sujeto alcance un grado optimo de
bienestar social y emocional.
- Lograr la cooperación necesaria
entre familia, escuela y comunidad, remarcando que la educación no es exclusiva
de las instituciones educativas y que es posible aprender en cualquier lugar de
la sociedad.
- Trabajar un liderazgo centrado en la
pedagogía y alejado de la burocracia.
- Desarrollo de competencias digitales
que permitan aprender de forma conectada y en red.
- Tomar como centro del proceso
educativo al estudiante, considerando sus aprendizajes previos y sus intereses.
- Nuevo rol del profesor que cambie la
transmisión de contenidos por la orientación y el apoyo del estudiante y una
reconfiguración del profesorado en la que se contemple un uso sólido y
pedagógico de los entornos digitales para la sociedad del Siglo XXI
- Una nueva ecología del Aprendizaje
que lleva a la educación nuevamente a su sentido más amplio, donde esta va
mucho más allá de la que se entiende por escolarización.
- La necesidad de una disrupción en el
sistema educativo, donde se reconozcan todos los ámbitos de educación posibles,
legitimando estos más allá de aquellos ambientes formales de aprendizaje.
- Reconocer que los aprendizajes no
están en los contenidos sino más bien en la interacción que ellos producen y
les permiten ponerse en práctica.
- Construcciones curriculares que
configuren nuevos perfiles que demanda una sociedad que cambia a un ritmo
acelerado.
- Formar ciudadanos y no solo
profesionales eficientes, para lo cual es necesario un sistema educativo con
apertura a la comunidad y basado sobre el aprendizaje colaborativo.
Pues claro está si es que todas las
escuelas y/o instituciones educativas hubieran hecho la tarea en su momento,
generando transformaciones curriculares profundas que permitieran el desarrollo
de las habilidades y abordaran los diferentes retos educativos para este siglo,
con seguridad la Pandemia de la COVID-19 los hubiera encontrado no solo en
mejor posición, sino además con metodologías y prácticas pedagógicas propias de
un proceso ya no centrado en la enseñanza, sino más bien en el aprendizaje.
Las pocas escuelas e
instituciones educativas que se animaron en su momento a transformarse y
reinventarse, repensado su mirada educativa, siendo capaces de cuestionar mucho
de lo que como educación se conocía hasta ese momento, estuvieron de
competitivamente aventajados el momento que llegó la Pandemia, puesto que solo tuvieron delante los problemas referidos a una brecha digital y no así a los referidos a los nuevos retos metodológicos que la educación virtual demanda.
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Así mismo, es importante
mencionar que la discontinuidad de clases presenciales causada por la pandemia
de la covid-19 trajo en sí una dificultad no menos importante a salvar por
todas las escuelas y/o instituciones educativas, “La educación Virtual y la
educación a distancia”, que más allá de las necesidades de una propia
metodología distante a las que se usaban en la modalidad presencial, traía consigo un problema técnico-tecnológico
basado sobre algunos aspectos, como ser: infraestructura tecnológica deficiente
de las escuelas y/o instituciones educativas; elevada brecha digital del
profesorado, alumnos y padres de familia, sí, padres de familia, porque en la
educación virtual, por lo menos la referida a edades tempranas de la
escolaridad la familia tiene roles necesarios a cumplir; accesibilidad limitada
o inexistente a la tecnología por parte del profesorado y los alumnos;
conectividad limitada o inexistente del profesorado y los estudiantes, por
mencionar algunos. Si bien esta dificultad fue central y aún lo es en algunos
casos, su solución no tiene que contemplarse en ningún momento solo desde una
perspectiva técnica y funcional, sino además de esta, debe contemplar una perspectiva
didáctica, metodológica y curricular.
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Una vez solucionado total o
parcialmente el problema técnico-tecnológico, la educación no debe solo haber
cambiado de entorno en el cual se desarrolla y continuar replicando un
paradigma educativo del siglo pasado, donde la enseñanza posiciona al profesor
como centro del proceso educativo, donde los contenidos y la memorización son
base fundamental de un sistema educativo basado en el control. Eventualmente el
problema técnico-tecnológico se solucionará, total o parcialmente, pero más
allá de eso, claro está que desde la década de los 80-90 se vino proyectando
habilidades y retos a atender y trabajar desde cada escuela y/o institución
educativa y claro está, que muy pocos fueron los que hicieron la tarea, mientras
otros se anquilosaron en un discurso contenidista. Ahora se hablan y se
evidencian de “habilidades post pandemia” y obviamente retos que estas traen consigo,
esperemos que esta vez las escuelas e instituciones educativas no dejen la
tarea sin hacer, si bien en estos tiempos de pandemia mucho de la brecha
digital se ha cerrado, ahora es necesario cerrar una nueva brecha que cada vez
se evidencia más, la metodológica, didáctica y curricular necesarias para estos
tiempos de incerteza.
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